M.A Psicólogo, Orientador, Facilitador
UN
CAFÉ QUE CAMBIO MI DÍA.
Una mañana
al levantarme, luego de haber pasado una noche amarrado a mi sabana y peleando
con el frío producto de un aire acondicionado
que compre en el verano para mi habitación, escuche una voz entre
cortada llamando pa, pa, al abrir la puerta descubro esa carita
angelical que no miente de alegría al
ver a quien el trabajo le ha robado sus horas de compartir y de juegos.
Era mi
hijo que sabía que ya me marcharía a la
rutina diaria.
Al llegar
a la sala me encuentro a una trigueña sumergida en una pantalla rosada, ni
cuenta se dio de mi presencia y del dialogo que deseaba tener con ella, este
señor que siempre tiene tiempo y sabe de todo ha intentado en más de una
ocasión robarme a esa mujer, si no fuera
por algunos trucos hoy no sé qué sería de mí.
Luego de
reflexionar como el señor google nos
quita tiempo, decido marcharme a mi
primera tarea del día, el banco ya que tenía que hacer unas transacciones
temprano.
Al entrar
a la institución bancaria una joven de pelo un tanto colorido y muy apuesta me mira con esos faroles de luz
para apuntarme con su dedo de uñas color rojo, lo cual me acordó a una amiga (que la semana
pasada producto de una puerta mal cerrada se rompió una uña) me dice que me
espere un minuto, ahí entendí que mi estadía en ese lugar seria larga.
Tomo el
periódico para enterarme de los últimos acontecimientos, y como el ebola ha
puesto al mundo de rodillas luego de que en los EE.UU. se detectará una persona
con dicha enfermedad, ahora no son aviones que crean el caos ni son los del
medio oriente. ¡No que va!!!
Al
acercarme a la joven del escritorio siguiente, le manifiesto que ya tengo 30 minutos y que
tengo otras cosas por hacer, ella responde: hola señor disculpe los
inconvenientes desea un café mientras le atiendo.
Tal vez me
vio cara de quien no había desayunado o de persona inquieta haciendo uno de
tantos reclamos a los que ya ellos están acostumbrados.
No, le respondo, no tomo café, la joven se para mientras yo pienso si me
hubiera ofrecido un jugo y un sándwich tal vez ni cuenta me doy de los 45 minutos que han transcurrido. Es cuando regresa
la joven con una sonrisa como si se estuviera burlando de mi desgracia de no
haber desayunado, señor ya le estoy ayudando dice la joven, yo hago un gesto de
agradecimiento con el rostro.
Es cuando
entonces me doy cuenta como, ese trato
personalizado y esa sonrisa tan
pronunciada en el rostro había cambiado mí angustiada espera. Saber que no
todo está perdido, que hay gente preocupada por dar lo mejor de sí, sin importar que esa no fuera su función. Valió la pena la espera
aun sin tomarme el café.
Lic. RUDDY HUASCAR AMPARO A. M.A Psicólogo, Orientador, Facilitador.