sábado, 4 de octubre de 2014

UN CAFÉ QUE CAMBIO MI DÍA

                                                   Lic. Ruddy Huascar Amparo A. 
                                              M.A Psicólogo, Orientador, Facilitador

UN CAFÉ QUE CAMBIO MI DÍA.
  Una mañana al levantarme, luego de haber pasado una noche amarrado a mi sabana y peleando con el frío producto de un aire acondicionado  que compre en el verano para mi habitación, escuche una voz entre cortada llamando pa,  pa,  al abrir la puerta descubro esa carita angelical  que no miente de alegría al ver a quien el trabajo le ha robado sus horas de compartir y de juegos.

  Era mi hijo que  sabía que ya me marcharía a la rutina diaria.
Al llegar a la sala me encuentro a una trigueña sumergida en una pantalla rosada, ni cuenta se dio de mi presencia y del dialogo que deseaba tener con ella, este señor que siempre tiene tiempo y sabe de todo ha intentado en más de una ocasión robarme a esa mujer,  si no fuera por algunos trucos hoy no sé qué sería de mí.

  Luego de reflexionar como el señor google nos quita tiempo,  decido marcharme a mi primera tarea del día, el banco ya que tenía que hacer unas transacciones temprano. 
Al entrar a la institución bancaria una joven de pelo un tanto colorido y  muy apuesta me mira con esos faroles de luz para apuntarme con su dedo de uñas color rojo,  lo cual me acordó a una amiga (que la semana pasada producto de una puerta mal cerrada se rompió una uña) me dice que me espere un minuto, ahí entendí que mi estadía en ese lugar seria larga.

  Tomo el periódico para enterarme de los últimos acontecimientos, y como el ebola ha puesto al mundo de rodillas luego de que en los EE.UU. se detectará una persona con dicha enfermedad, ahora no son aviones que crean el caos ni son los del medio oriente.  ¡No que va!!!

  Al acercarme a la joven del escritorio siguiente,  le manifiesto que ya tengo 30 minutos y que tengo otras cosas por hacer, ella responde: hola señor disculpe los inconvenientes desea un café mientras le atiendo.

  Tal vez me vio cara de quien no había desayunado o de persona inquieta haciendo uno de tantos reclamos a los que ya ellos están acostumbrados.
No,  le respondo, no tomo café,  la joven se para mientras yo pienso si me hubiera ofrecido un jugo y un sándwich tal vez ni cuenta me doy de los  45 minutos que han transcurrido. Es cuando regresa la joven con una sonrisa como si se estuviera burlando de mi desgracia de no haber desayunado, señor ya le estoy ayudando dice la joven, yo hago un gesto de agradecimiento con el rostro.

  Es cuando entonces me doy cuenta como,  ese trato personalizado y esa  sonrisa tan pronunciada en el rostro  había  cambiado mí angustiada espera. Saber que no todo está perdido, que hay gente preocupada por dar lo mejor de sí,  sin importar que esa  no fuera su función. Valió la pena la espera aun sin tomarme el café.


Lic. RUDDY HUASCAR AMPARO A.  M.A Psicólogo, Orientador, Facilitador.